Sesión de redacción
Boletín 2022 No.13 | 21 de Mayo
Buenos días a todos.
Aquí estamos de nuevo con una nueva edición de nuestro newsletter.
Escuchar y discernir son quizás las dos palabras que más se han utilizado en esta primera fase del proceso sinodal. Los que pudieron participar en sesiones de escucha, en conversaciones espirituales, pudieron redescubrir el significado de estas palabras que a menudo han perdido la fuerza de su significado en nuestro vocabulario cotidiano.
Pero, ¿cómo se escucha y se discierne correctamente? Aparentemente, la escucha y el discernimiento pertenecen a dos momentos distintos: primero la escucha y luego el discernimiento, pero mirándolo bien quizá sean dos caras de la misma moneda. En resumen, no puede haber una verdadera escucha sin discernimiento, al igual que no puede haber una cara de una moneda sin el reverso. La verdadera escucha sabe que tiene que mantener las dos caras de la moneda juntas. Esto es quizás lo que el Papa Francisco quiere decir cuando nos recuerda que «escuchar es más que oír». Entonces, ¿cómo se unen realmente la escucha y el discernimiento?
Creo que un modelo y un verdadero método nos lo da Aquella que queremos celebrar en este Boletín: María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia; María, Vía Sinodalis.
El evangelista Lucas repite, varias veces, que María «guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (2,19; cf. 2,51b). Guardar y meditar son dos verbos distintos pero muy similares. La primera, traducida como guardar, significa también observar juntando; mientras que la segunda, traducida como meditar, significa comparar, contrastar, pero también comprender, interpretar, reconocer dando de sí.
Todos estos «sentimientos» los hemos experimentado también nosotros cuando nos hemos puesto en actitud de discernimiento con un corazón sincero. Nos reconforta el hecho de que también encontraron aceptación en el corazón de la madre de Dios. Seguramente ella también habrá experimentado la incomodidad del discernimiento; también su reflexión habrá tropezado con callejones que habrá tenido que reconsiderar o simplemente aceptar su propia insuficiencia ante el Misterio.
Así, la actitud de María, via synodalis, nos impulsa a vivir este tiempo del proceso sinodal con un corazón grande y sin miedo, dispuestos a acoger en nuestra escucha todas las cosas, no solo las bellas sino también las feas, sin asustarnos demasiado por los sentimientos a veces conflictivos que éstas despiertan en nosotros. En definitiva, no censuremos nada, sino que, como María, valoremos y meditemos todas estas cosas, pidiendo luz al Espíritu Santo.
Buena lectura
Thierry Bonaventura