Editorial Session
Newsletter 2022 No.12 | May 7
¡Buenos días a todos!
Una cuestión que vuelve regularmente en nuestro trabajo es la de ayudar a comprender y, sobre todo, a mostrar lo que significa ser una Iglesia sinodal, una Iglesia de la escucha, una Iglesia en camino con toda la humanidad en la historia. Para esta edición del newsletter, nos proponemos descubrirlo a través de la metáfora de la frontera y el tema de la acogida de las comunidades LGBTQ en su camino sinodal.
La carta A Diogneto, un escrito cristiano del siglo II, nos recuerda que los cristianos están en el mundo, pero no son del mundo. La doble naturaleza de la Iglesia, la de ser una institución humana e histórica y al mismo tiempo una anticipación del Reino, hace que ambas sean, en cierto sentido, parte de la otra. Por desgracia, este ser «otro» en relación con el mundo nos ha llevado a menudo a levantar muros, barreras, fronteras, cuando lo que deberíamos hacer es construir puentes. Nadie puede ser considerado un «otro» en la Iglesia, sea quien sea.
La historia nos enseña que hay tres formas de vivir la frontera. En primer lugar, la lógica de los espacios definidos, de los muros erigidos para resaltar las diferencias o una clara separación entre lo mío y lo ajeno. Esta es la lógica de la política, que vive la relación en términos de oposición entre lo que soy y lo que es otro, y que incluso puede desembocar en un conflicto armado. Luego está la lógica económico-comercial que ve la frontera como un lugar de intercambio: la relación se vive a distancia y el otro me es útil solo en la medida en que puede beneficiar mi bienestar personal. Por último, está la lógica de la Iglesia, que es la lógica de la hospitalidad. Es la lógica de una libertad llena de gracia que no tiene miedo a la diversidad y sabe hacer sitio al otro viviendo la relación en términos de don. Lo vemos en muchas de las parábolas de Jesús, en las que sale al encuentro de los marginados, acogiéndolos siempre en la comunidad.
He querido utilizar esta metáfora para presentar este boletín sobre las comunidades LGBTQ y su camino sinodal, porque nuestra actitud hacia estas comunidades eclesiales -así como las de tantas personas diferentes- ha sido con demasiada frecuencia la de enfatizar la diferencia y erigir barreras en lugar de dar testimonio del amor misericordioso de Jesús, que no hace distinción entre sus discípulos, todos imperfectos, limitados y marcados de alguna manera por el pecado. La Iglesia que escucha (Ecclesia Discens) debe, por tanto, elegir la opción de la hospitalidad que, reconociendo las barreras que ella misma ha construido, se esfuerza por estar cerca de las personas para derribar los muros de la indiferencia.
Nuestra oración es que todas las personas, incluidos nuestros amigos LGBTQ, puedan escuchar sus voces durante este Sínodo.
Les deseo a todos una buena lectura
Thierry Bonaventura
Communication Manager